lunes, 18 de octubre de 2010

La dramática del Juicio Oral

Os ofrecemos un interesante trabajo y análisis del Dr. Néstor Stingo, Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Buenos Aires y ex Médico Forense del Poder Judicial de la Nación, acerca de la actuación de los peritos en el juicio oral.
Fuente: Publicaciones de la Asociación Argentina de Psiquiatras

A partir del año 1991 y por Ley 23.984, rige en la Capital Federal el juicio oral.
A este procedimiento judicial podríamos denominarlo la "dramática del juicio". Para no ser mal interpretado, voy hacer la siguiente salvedad: cuando hablo de dramática, lo hago en el sentido etimológico del término: como un suceso de la vida real, capaz de interesar y conmover vivamente. Interesa y conmueve tanto a los protagonistas como al público.
El testigo médico se interesa y, no hay duda, también se conmueve o conmociona. Su estado psíquico frecuentemente está invadido por distintos tipos de ansiedad. Se encuentra en un contexto con características peculiares o no familiares; éste es un contexto confrontacional encuadrado en un espacio y un tiempo (la sala de audiencias, fecha y hora de comienzo determinadas).
Los participantes de la escena son: el tribunal, el fiscal, el abogado defensor, el imputado y los testigos.
En dicho contexto cada una de las partes intenta sostener intereses e imponer opiniones, así como probar la falsedad de la otra o destruir sus argumentos.
Como ya mencioné, uno de los protagonistas del drama es el testigo médico, cuyas funciones son:
  • Exponer las conclusiones de la peritación o relatar su intervención en determinadas circunstancias;
  • Responder a las preguntas en relación con el estudio o la práctica realizada;
  • Aclarar y fundamentar científicamente la intervención con motivo de su tarea profesional.
Esbozada una composición de lugar, mi interés es pasar a hacer referencia a las vivencias que experimentan algunos médicos frente a esta situación y de cómo pienso que pueden ser mejor sobrellevadas (abriendo así la posibilidad del intercambio con ustedes).
En el contexto al que hice referencia, el testigo pasa por estados emocionales diferentes. Podríamos asemejar esto a una situación de examen, una situación estresante. Probablemente exista un desajuste entre las expectativas y la realidad. En dichas circunstancias se somete a prueba la validez del informe que realizamos, se le buscan contradicciones y se nos plantean hipótesis que no incluyen todas las variables intervinientes, con lo que se corre el riesgo de parcializar la conclusión o llevarnos a la generalización de hechos particulares, pudiendo apartarnos de los sucesos individuales.
En el transcurso de la audiencia puede existir una desacreditación a nivel personal, a nivel de nuestras opiniones y aclaraciones, o de los instrumentos técnicos empleados en la peritación.
La situación es vivida como de antagonismo, oposicionismo o colisión; pues parece que uno debiera defenderse de un adversario o contrincante. A veces el testigo tiene la sensación de que lo quieren confundir, enredar, perturbar, desconcentrar y avergonzar, pues nota cierta hostilidad a su función, en la que observa que alguna de las partes desvirtúa sus dichos. Tal vez lo que debamos aprender es que en el rol de testigo se deber atravesar por esto.
Acontecimientos de esta naturaleza no se enfrentan de un modo neutral: todo acto humano se encuentra matizado por la afectividad. Cuando las demandas del entorno psicosocial son intensas y/o prolongadas, como en estos casos, se puede llegar a perturbar el equilibrio adaptativo y dar aparición al estrés.
La ansiedad es una forma de respuesta al estrés, caracterizada por: inquietud, intranquilidad, inseguridad y desasosiego, que puede llegar a la irresolución, inhibición y/o desorganización de la conducta. Estos estados pueden aparecer en el testigo, antes, durante o después del testimonio.
El momento de la espera puede estar embargado por una ansiedad anticipatoria, una fase preparatoria, un llamado a la acción. La tensión, la inquietud motriz y la incertidumbre de la que vendrá, configuran lo que podría denominarse "ansiedad paranoide", sembrada de dudas y cuestionamientos: como dije antes se asemeja a la situación de ser examinado. Imbricado a dicho cuadro pueden aparecer los afectos de bronca y rabia, cuando el tiempo de espera supera lo tolerable (ha habido esperas de ocho horas, postergaciones de días, etcétera). El tiempo de espera es directamente proporcional al sentimiento de peyorización y fastidio. A medida que aumenta la tensión, disminuye la concentración, aumenta el sentimiento de pérdida de tiempo, crece la fatiga y el embotamiento y la ansiedad se manifiesta en ráfagas de inquietud.
La ansiedad que describimos, con matices paranoides puede mantenerse durante la fase testimonial o desaparecer cuando se recibe un trato cordial en el recinto, lo que ayuda a sentirse cómodo y más relajado. Cuando la situación es intimidatoria, descalificante y perturbadora, puede conducir a la aparición de una ansiedad que podríamos llamar "confusional". Confusión en el sentido de pérdida de claridad del pensamiento, dificultad en la concentración, mayor posibilidad de respuestas poco claras, incompletas o tangenciales. La disminución de la lucidez puede hacer que se acepten hipótesis fuera de contexto.
Luego de finalizado el testimonio-interrogatorio, el testigo sale de la sala con el agradecimiento del tribunal y con la sensación de alivio "por haberse sacado un peso de encima"; en oportunidades sale con un sentimiento de futilidad y la mayoría de las veces con el cansancio producto del desgaste psíquico que acompaña al rol del testigo. Sin duda el juicio oral trae aparejado un costo emocional importante para el testigo-perito.
Ya hice mención de las sensaciones y vivencias que nos deja la experiencia del juicio oral. Debo decirles que he llegado a estas apreciaciones en parte por mi propia experiencia, pero además por la recolección de los datos que me aportaron otros peritos.
Ahora intentaré hacer un aporte, lo que considero elementos útiles para evitar, aunque más no sea en parte, las sensaciones desagradables.
Todos sabemos que si una persona tiene información sobre determinada situación, ésta le resultará menos estresante si puede adoptar las medidas necesarias como para enfrentarse a ella en mejores condiciones.
El testigo debe conocer los elementos formales que hacen al juicio oral y expresar las limitaciones que tiene la medicina y la psiquiatría en particular, en el diagnóstico de certeza de las afecciones o trastornos psíquicos de aquellas personas que debe examinar.
Debe tener presente que el ejercicio de la medicina consiste en una continua toma de decisiones, tanto diagnósticas como pronósticas, terapéuticas y periciales. Todos los médicos sabemos muy bien que entre lo cierto y lo falso hay toda una impresionante gama de matices. La tarea médica, tanto asistencial como pericial, se plantea por lo general en condiciones de incertidumbre o probabilidad más que de certeza. La certidumbre no caracteriza el contexto de la actividad clínica no pericial: por el contrario, suele ser una excepción. Se la debe considerar como un caso límite en el proceso lógico en la toma de decisiones, que en sí es probabilística. Al perito se le suele exigir que sus opiniones se encuentren en el nivel de la certeza y, como vimos, esto es casi excepcional.
Es importante hacer conocer el marco epistemológico o la postura científica en que nos situamos. Un fenómeno puede ser interpretado en formas diferentes, pues existen distintos métodos para arribar a diagnósticos o conclusiones. Es importante que nosotros mismos sepamos que como seres humanos somos falibles y no estamos exentos de subjetividad.
Diagnosticar y efectuar conclusiones periciales es elegir o decidir la opción nosológica o las afirmaciones conclusivas más probables entre todas las opciones posibles.
Creo que el procedimiento más adecuado es seguir las reglas de la teoría de la decisión racional, base lógica de la medicina actual. Los médicos creían y algunos hoy siguen creyendo que están en condiciones de resolver los problemas que le plantea la medicina mediante una lógica determinista, con dos únicas valencias: verdad o error, lo que es lo mismo que salud o enfermedad.
El médico creía y algunos siguen creyendo poder diagnosticar siempre con certeza si un hombre está enfermo o no, qué grado de enfermedad padece, qué pronóstico tiene. Esto suele ser también exigencia de los pacientes o de las partes en un juicio.
Muchas enfermedades no se dejan apresar en tan estrictas categorías, pero siempre existe el fácil recurso de etiquetarlas como esenciales o idiopáticas. Ejemplos de esto son la hipertensión arterial, las enfermedades psicosomáticas, la mayoría de los trastornos psiquiátricos, los trastornos funcionales, y podría seguir nombrando.
Esto nos hace pensar que este sistema lógico carece de flexibilidad, de amplitud y por lo tanto de verdadera utilidad.
Las respuestas apodícticas y absolutas no suelen ser útiles.
El modelo lógico que parece más conveniente es el probabilístico, ya que con él se pueden tomar en cada caso las decisiones más racionales, sean éstas probables o ciertas. Por "decisión racional" debe entenderse aquella que calculando las probabilidades de la mayoría de las opciones posibles ante un determinado hecho, elige la más conveniente, que habrá de coincidir con la probabilidad más elevada.
Para finalizar debemos recordar la frase de Bertrand Russell: "Todo conocimiento humano es incierto, incompleto e impreciso".

La publicación original la podréis encontrar en:

Nosotros la hemos tomado de Psicología Forense, grupo argentino de Facebook:

2 comentarios:

  1. Dr Stingo:

    qué interesante sus reflexiones y que bueno la transmisión de la experiencia vasta que poeee.
    Saludos cordiales
    Virginia Berlinerblau

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  2. De nada, pero el articulo no es original mio. Solo lo difundo porque es bastante bueno. Lo que tienes que hacer es utilizar el enlace de la fuente original para ponerte en contacto con el autor.

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