En ella seguimos lo que seria una intervención tipo estándar y observamos cómo se desenvuelve socialmente la persona ante alguien que no conoce, en un ambiente que le es extraño y haciendo frente a una situación nueva y que le puede ser hostil.
Como en cualquier otra intervención pericial, es importante establecer desde el inicio una adecuada relación de entrevista, presentarnos, explicar el motivo del peritaje en curso en el caso que la persona pueda entenderlo y asumirlo, cosa que habremos explorado con los familiares. Hay que intentar lograr una buena colaboración de la persona con la prueba y que ésta no le sirva de sufrimiento. A veces, puede ser dificil que el presunto incapaz entiende, por su limitación intelectual, la naturaleza de la prueba. Si estimamos que no puede entender, o si tenemos informes que orientan en este sentido, accedemos a presentarnos pero no añadiremos el estres suplementario de facilitar informaciones que la otra persona no pueda entender o malinterpretar.
Hay que explorar la adaptación a todos los niveles, las actitudes y las motivaciones.
Es muy importante valorar si la persona es o no consciente de su deficit y las repercusiones emocionales que lo anterior conlleva.
Debemos pone atención al lenguaje, la memoria, las habilidades y capacidades sociales, averiguar si el presunto incapaz ha realizado algún tipo de trabajo o taller de educación especial, la autonomia y el razonamiento abstracto. Es muy importante explorar si el presunto incapaz lleva algún tipo de vida independiente al margen de su familia, si tiene amigos, si puede gestionar sus recursos económicos, etc.
Durante este primer acercamiento le podemos proponer problemas de la vida cotidiana o de aritmética sencilla que nos orienten hacia su capacidad de adaptación a situaciones nuevas y su conocimiento del valor aproximado de las cosas.
Una vez realizada la entrevista pasamos a planificar los tests que consideramos necesarios. Recordamos que una vez realizadas las entrevistas a tenemos trazada una hipotesis de trabajo que vamos a intentar validar con las técnicas psicodiagnosticas.
Una vez que obtengamos el C. I concreto, calculamos el error de medida +/-5 y hacemos la valoración final utilizando este número de forma orientativa.
En los deficientes mentales un aspecto básico a considerar a la hora de la incapacidad es que ciertas facultades pueden encontrarse relativamente conservadas e incluso alcanzar niveles normales, mientras que generalmente fallaran a nivel de razonamiento abstracto.
Con el número concreto de C. I y el resto de la información recabada de familiares, otros informes de profesionales y cualquiera otra fuente de información acudiremos a los manuales psicodiagnósticos en vigencia CIE 10 o DSM IV R. Aquí consideraremos a la persona observada con los criterios que es nos señalan.
Una complicación añadida y que es relativamente frecuente en casos límite o fronterizos entre la normalidad y la deficiencia mental es que éstos pueden acompañarse de otros trastornos, normalmente trastornos de personalidad. Alteraciones geneticas raras, como el sindrome XYY, nos colocan delante de personas "casi normales" en lo intelectual pero con fuertes trastornos del comportamiento y de los impulsos.
Cuando un deficiente mental posible incapaz presenta ademas un trastorno grave en su conducta la valoración se hace más dificil, puesto que la valoración de los sintomas sólo la podemos realizar a partir de la historia biográfica y la observación, debiendo renunciar a cuestionarios clínicos. Ademas necesitamos saber si la psicopatología que aparece es recurrente, reversible, destructiva, etc.
Aunque la familia aporta una valiosa información, los informes psicopedagógicos y de terceras personas son más objetivas nos pueden aportar información más equilibrada. En casos dudosos, o cuando un supuesto incapaz aparece con una fuerte negatividad, se aconseja posponer la actuación para otro dia, ya que el estado emocional negativo puede ser transitorio.
Como señalan Muñoz Cespedes y otros (1997), la incapacitación puede provocar graves perjuicios al incapaz, ya que le desposee de sus derechos civiles, y al contrario, no incapacitar a quien lo necesita puede devenir en grandes desastres.
Hasta aqui la exploración del presunto incapaz por causa de disminución de sus facultades intelectivas. Pero ¿qué pasa cuando las funciones intelectuales no presentan deterioro, o el deterioro es mínimo, y sin embargo la persona se muestra incapaz de autogobernarse por causas imputables a variables psicopatológicas?
Esta pregunta nos situa de lleno en el estudio de las funciones volitivas y su posible alteración.
Las funciones volitivas se alteran debido a enfermedades mentales que afectan a la percepción de la realidad o impiden adecuarse a esta percepción, siendo estos trastornos principalmente.
- Trastornos psicóticos.
- Trastornos de la personalidad.
- Demencias.
- Trastornos del control de impulsos: ludopatía, juego patológico, piromanía, etc.
Sin embargo, hay que señalar que la posible "reversabilidad" de la enfermedad o el que esta curse en "brotes" con periodos más o menos largos de remisión desaconsejan una incapacidad, siendo las demencias de todo tipo, por su carácter degenerativo no reversible, aquellos casos donde con más facilidad va a encontrar el perito causas de incapacitación.
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